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ME GUSTAS CUANDO CALLAS
Me gustas cuando callas por que estas como ausente,
Y me oyes desde lejos y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te cerrara la boca.
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Fragmento del Cantar de los Cantares.
2, 8-17. 8 Pareceme que oigo la voz de mi amado. Vedle cómo viene saltando por los montes, y brincando por los collados. 9 Al gamo y al cervatillo se parece mi amado. Vedle ya cómo se pone detrás de la pared nuestra, cómo mira por las ventanas, cómo está atisbando por las celosías. 10 He aquí que me habla mi amado, y dice: Levántate, apresúrate, amiga mía, paloma mía, hermosa mía, y vente al campo; 11 pues pasó ya el invierno, y disiparónse y cesaron las lluvias; 12 despuntan las flores en nuestra tierra; llegó el tiempo de la poda; el arrullo de la tórtola se ha oído ya en nuestros campos; 13 la higuera arroja sus brevas; esparcen su olor las florecientes viñas. Levántate, pues, amiga mía, beldad mía, y vente: 14 oh casta paloma mía, tú que anidas en los agujeros de las peñas, en las concavidades de las murallas, muéstrame tu rostro, suene tu voz en mis oídos; pues tu voz es dulce, y lindo tu rostro. 15 Vosotros, oh amigos míos, cazadnos esas raposillas, que están asolando las viñas; porque nuestra viña está ya en cierne.
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Fragmento de A la muerte de Jesús.
De Alberto Lista.¿Y eres tú el que velando
La excelsa magestad en nube ardiente, Fulminaste en Siná? Y el impío bando, Que eleva contra tí la osada frente, ¿Es el que oyó medroso De tu rayo el estruendo fragoroso?
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FORMAS POÉTICAS
La incorporación de nuevas formas de construir poesía, como el poema en prosa o la prosa poética, del mismo modo que la fusión entre lo narrativo, lo lírico y hasta ciertos rasgos de teatralidad en la poesía tradicional (la poesía pastoril, por ejemplo), hace cada vez menos convincente la teoría que reduce lo poético a la disposición en versos que, a veces, se combinan en estrofas. El ritmo acentual acaba siendo el rasgo determinante y, por tanto, ni siquiera el aspecto estrictamente métrico (la cantidad de sílabas) resulta distintivo. A través de las sucesivas etapas de la poesía española, han coexistido la versificación amétrica y la regular. Comprueba Tomás Navarro Tomás que la estructura rítmica del Cantar de mío Cid, con su fluctuación en hemistiquios de seis, siete y ocho sílabas, es la que perdura en la prosa castellana. Si, por otra parte, en un poema importan, junto con la regularidad acentual, las distintas pausas que hacen a la respiración del texto, debe tenerse en cuenta que la conversación también se sostiene en una base rítmica y que ésta, elaborada artísticamente, conduce al poema. El ritmo del habla, en otras palabras, sustenta el ritmo de la construcción poética. Tomemos, por ejemplo, una estrofa del poema “Walking Around” de Pablo Neruda: “Sucede que me canso de mis pies y mis uñas / y mi pelo y mi sombra. / Sucede que me canso de ser hombre. / Sin embargo sería delicioso / asustar a un notario con un lirio cortado / o dar muerte a una monja con un golpe de oreja. / Sería bello / ir por las calles con un cuchillo verde / y dando gritos hasta morir de frío”.
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TIPOS DE POESÍA
La condensación, una marcada tendencia al uso de imágenes y un fuerte componente emotivo y sensual son características de la amplia variedad de poemas llamados líricos. Resultan más fácilmente definibles las otras grandes divisiones de la poesía: narrativa (poemas épicos, baladas, romances, cuentos y fábulas en verso) y dramática (la poesía como discurso directo en circunstancias específicas). La poesía lírica, sin embargo, abarca desde himnos, nanas, cantos de taberna y canciones populares hasta la enorme variedad de poemas y canciones de amor; desde las punzantes sátiras políticas hasta la más o menos oscura poesía filosófica; desde las epístolas en verso a las odas; desde los epigramas y sonetos a las elegías.
Existe una clara distinción entre la poesía como arte puro y la llamada poesía didáctica, cuyo extremo lo constituyen ciertos recursos mnemotécnicos (“treinta días trae noviembre, con abril, junio y septiembre”) o los intentos de hacer el aprendizaje más entretenido. En la tradición clásica se hablaba del prodesse et delectare (‘instruir deleitando’) y ese fue el ideal dominante durante varios siglos. El siglo XIX y sobre todo el XX inauguran la búsqueda de una literatura que, sin abandonar las preocupaciones morales, se base más en la respuesta individual y, con ella, en el papel cada vez más relevante del lector, que habrá de tener una actitud participativa, capaz de leer entrelíneas y de extraer sus propias conclusiones. Cuando el interés de la comunicación se centra en el conocimiento por sí mismo o en la instrucción práctica, el término poesía resulta inapropiado. En sus Geórgicas, Virgilio intenta en realidad instruir a sus lectores en el arte de la agricultura. En obras de este tipo, se impone la necesidad de una expresión clara de un ordenamiento lógico y de una presentación completa por encima de la proyección poética de la experiencia humana. Entre los poetas líricos, los japoneses han aportado un ejemplo insuperado de concisión y brevedad. Las dos formas favoritas son el tanka, con una tradición ininterrumpida de unos 13 siglos, y el haiku, cuyo origen se remonta al siglo XVI y ha tenido una notable influencia en los poetas occidentales a principios del siglo XX. Ambas formas renuncian a la rima y se basan en el cómputo silábico: el tanka abarca 5 versos, dos pentasílabos (primero y tercero) y tres heptasílabos (segundo, cuarto y quinto). El haiku tiene sólo tres versos de 5, 7 y 5 sílabas, respectivamente (17 sílabas en total). El haiku, que se ha definido como una especie de satori o iluminación, podría considerarse el emblema de la poesía por su capacidad de condensar sensaciones, imágenes y, más aún, esbozos de una imagen. Vinculado con la filosofía zen, importa captar un momento mínimo que suele pasar inadvertido a la mirada habitual. No es la subjetividad poética lo que importa sino ese hallazgo que habla de una comunicación con el universo. El haiku se difunde en la literatura occidental desde principios del siglo XX: primero en Francia, donde Paul Louis Chochoud publica en 1905 un libro de poemas y en 1906 un ensayo titulado Los epigramas líricos de Japón; en Inglaterra, entre 1908 y 1912, se reunieron varios poetas interesados en el haiku, entre ellos Hilda Doolittle y Ezra Pound, quien llegó a decir que “es mejor presentar una sola imagen en toda la vida que producir obras voluminosas”. En España y América, el haiku no resultó una forma extraña, sobre todo por su proximidad con el epigrama, la adivinanza y la seguidilla, que alterna versos de siete y cinco sílabas. El primer poeta que escribe haikus es el mexicano José Juan Tablada, quien visitó Japón en 1900. Lo más común entre los poetas de lengua española es recuperar la brevedad del haiku (“poesía miniatura”, dice Tablada) sin que se cumpla necesariamente el canon de las 17 sílabas. Sin embargo, a través de la sucesión 5-8-4, la fórmula ideal se realiza en este poema de Tablada: “Tierno saúz / Casi oro, casi ámbar, / Casi luz...”, donde la densidad reside en la gradación lumínica (oro-ámbar-luz), captada como impresión gracias al adverbio casi, y en la unión de esos matices de color (sensación visual) con el atributo tierno (¿sensación táctil, gustativa, alusión a su delicadeza y fragilidad?). La imagen del saúz (sauz o sauce) se esboza mediante una sinestesia, es decir, la aproximación de dos dominios sensoriales. Además de Tablada, otros poetas modernistas se acercaron al haiku y a la poesía japonesa: por ejemplo, el español Manuel Machado. Entre los poetas posteriores, destacan el ecuatoriano Carrera Andrade, los mexicanos Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, José Gorostiza, Octavio Paz y Alfredo Boni de la Vega (1914-1965), compilador de la primera antología del ‘haikai hispano’, en 1951. Este último es autor, además, de un haiku fiel al modelo que tiene mucho de adivinanza: “Flor de tristeza que se abre cuando el llanto del cielo empieza”. Solución: el paraguas click aqui para:volver al indice |
TRADICIÓN POÉTICA
El caso de la influencia de la poesía japonesa en la literatura occidental permite plantearse el vínculo de la poesía con la tradición. Todas las vanguardias del siglo XX, aunque buscan en la experimentación nuevas formas de concebir y practicar la poesía, no pueden desligarse de lo que han sido los grandes testimonios poéticos de distintos periodos históricos. La ruptura con lo anterior supone también continuidad porque, en definitiva, en la base de la nueva creación está la relectura de los viejos poetas. Como dice Michel Foucault, “lo nuevo no está en lo que se dice, sino en el acontecimiento de su retorno”. Lamentablemente, muchos poemas se han perdido en el transcurso de los siglos, porque existían sólo como parte de la tradición oral o bien porque muchos manuscritos desaparecieron por su deterioro paulatino o fueron destruidos. Parte de la destrucción se produjo por causas naturales; en ocasiones, por el saqueo de bibliotecas y centros de enseñanza; algunos, como en el caso de la magnífica poeta griega Safo, por culpa de la intolerancia. Durante la era cristiana, los escritos de Safo acabaron en la hoguera y sólo se salvaron 700 versos: unos porque estaban incluidos en antologías libres de condena; otros en citas hechas por escritores cuyas obras sobrevivieron; otros, por fin, porque ciertos embalsamadores egipcios llegaron a envolver a las momias con tiras de papiros donde había escritos versos suyos. De algunos escritores griegos sólo sobreviven sus nombres. La invención de la imprenta en el siglo XV favoreció en gran medida las oportunidades de supervivencia del libro. Los avances tecnológicos del siglo XX en tareas de almacenamiento y recuperación hacen teóricamente posible preservar cualquier poema. Frente a lo que se ha conservado de los últimos cinco mil años, las futuras generaciones de lectores tendrán acceso a una enorme cantidad de versos del pasado.
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EL ORIGEN DE LA POESÍA
Sin embargo, está a nuestro alcance la cantidad suficiente de poesías de otros tiempos como para deducir de ellas algunos aspectos perdurables de la expresión poética, más allá de las épocas o las culturas.
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Fragmento del Cantar de los Cantares.
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Cantar de los Cantares, 4.
Fuente: Biblia de Jerusalén. Equipo de traductores de la edición española de la Biblia de Jerusalén. Bilbao: Editorial Desclée de Brower, SA, 1994.Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. |
Cantar de los Cantares, uno de los libros del Antiguo Testamento, único por su colección de poesía amorosa. En las versiones cristianas de la Biblia suele aparecer después del Libro de Eclesiastés. En la Biblia hebrea, aparece a continuación del Libro de Job en los Hagiográficos, la tercera parte del canon.
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